Hola, Alena. Espero que me permitas el tuteo. Te doy la bienvenida a mi país. De gente trabajadora, resiliente. Que procura no rendirse pese a las miles de adversidades. Con tu permiso, te contaré una historia. Una muy personal, aunque podría ser de muchísimas personas a la vez…
En 1998, el mismo año que triunfaba la “revolución bolivariana”, también iniciaba yo mi vida laboral. Como aprendiz, en una enorme tienda por departamentos. Ganaba sueldo mínimo, del que gastaba la mitad en residencia, y el resto, en alimentación, transporte, y recreación.
10 años más tarde, ganaba varios sueldos mínimos, ya era personal especializado, de confianza. Pero, Alena, ya no me alcanzaba sino para subsistir, sin lujos. Ya no podía vivir alquilado, tuve que regresar a la casa familiar. ¿Qué crees que pasó en esos años?
Pasó, que se instauró el modelo chavista. Que se estatizaron empresas privadas, cuyos dueños eran despojados de las mismas. Pasó, que nuestra principal industria dejó de ser especializada para convertise en premio. Sin ser “del partido” no había cargo. Y la mayoría de las veces, había carnet del partido, pero no experiencia. Las empresas se iban a pique, entonces…
Pasaron también los militares. Manejando grandes fondos sin control, con contratos sin licitación que podían ser asignados directamente a quien quisiera el jefe. Muchísimas obras no se terminaron, pues los fondos desaparecían en el camino. Y no había responsables ¿Sabes por qué? Porque la justicia también se había politizado. El presidente intervenía y decía “a esa juez hay que darle la pena máxima” y se le daba. Y como los jueces ya no eran por concurso -como establecía la ley- sino nombrados como los fondos manejados por militares, a dedo, nadie contrariaba a la revolución. Shhh. Silencio. Ahí estaba un camarada de encargado. Ahí no ha pasado nada…
Y en ese trayecto, cuando debí ir a un hospital público, no había nada, Alena. Y te hablo de 2006, 2009. Cero insumos. Había que comprarlos para que atendieran a tu familiar. Gasas, sueros, inyecciones. Y si te iban a operar, lo necesario. Y te cuento un secreto, Alena: no había sanciones.
Ah, y la electricidad. 2011. Trabajaba en una empresa de la zona industrial al occidente de Venezuela. Horas sin electricidad. Pero no, no vayas a creer que era por sanciones. Era por El Niño, ¿sabes? Sequías y cosas así. Lo malo, Alena, es que había que invertir y mejorar para que las sequías no nos afectaran así, pero… dime que te lo imaginas, anda. ¡Sí! Se robaron el dinero de las inversiones. Unos villanos a los que llaman bolichicos. Aliados, también del estado. No, no hubo responsables. Ahí no ha pasado nada.
Pasó al final, Alena, que tras la debacle de los precios del petróleo -a más de 100 dólares por una década- nos dimos cuenta que no se tomaron previsiones. Que no se guardaron fondos. Y que tampoco se utilizaron ¿Qué hicieron entonces con ellos? Peculado, le llaman. Corrupción. Eso, que es considerado por ONU violación a derechos humanos, porque afecta el desarrollo de los pueblos.
Y muchos años más tarde, un par de años de sanciones, resultan ser los responsables de todo lo que nos ocurre, fíjate. Desafiando el tiempo, las sanciones de Mr. Trump, de dos años, son responsables de que el estado venezolano haya malversado dos décadas de ingresos petroleros. Incluso, Trump es el culpable de que no haya transplantes para niños en el país, pese a que el programa se detuvo por falta de colaboración del estado, antes de las sanciones. Sí, es complicado, pero es culpa de Trump,¿ves?
Imaginarás que todo ese panorama, ha traído malestar en la gente. Protestas, y eso. Pero , hay algo bastante curioso, Alena: sobra material para reprimir. Vehículos blindados VN-4, miles de bombas lacrimógenas y perdigones antimotines, o de los regulares, que también han cobrado sus víctimas fatales. Pero hay más, el estado que ha tenido tantas dificultades por “guerra económica” desde EEUU, pudo comprar en este tiempo aviones caza Sukhoi Su-30, tanques de guerra, renovar todo el parque de fusiles de la Fuerza Armada, y sistemas de armas antiaéreas como el Igla-s, el Tor M1, o los más modernos -y costosos- S-300.
Curiosamente, esas compras no se ven afectadas por la guerra económica del imperio. Que de manera un tanto, tonta, podríamos decir, permite a su bloqueado, comprar armamento libremente. Y el bloqueado, pese a tener miles de problemas, prefiere comprar armas. ¿Qué piensas tú, Alena?
Yo que tú, me cuidaría muchísimo de servir como bandera a un gobierno que ha convertido -por negligencia o intención- al país con las reservas energéticas más grandes del mundo en un país sin gasolina, sin gas, sin electricidad, sin agua potable, sin medicinas, sin recursos para hospitales y escuelas, porque, Alena, un llamado a la sociedad civil te habría dado en un par de días los insumos para que veas desde cuándo venimos en un espiral decadente para nuestros DESCA y en una clara violación a nuestros derechos civiles y políticos. Si, esa sociedad civil que por cierto, está siendo perseguida por el estado, te podría ayudar a hacerte una idea más clara. O también, puedes revisar antecedentes de investigaciones de la Alta Comisionada. Esa oficina tiene informaciones desde mucho antes de las sanciones. Y te haces una idea.
Nosotros, Alena, no te podremos decir nada cuando presentes tu informe. Pero estaremos atentos. Un país entero te estará mirando, en silencio. Y esperando, que no laves la cara a violadores de derechos humanos. No te prestes para decirle a la comunidad internacional, que estamos jodidos por las sanciones de Trump. Nosotros sabemos perfectamente quienes son los responsables. Y están aquí, en las cadenas de radio y televisión, hablando de sanciones y guerra económica…
En fin, Alena: No laves rostros que tienen sucio, y sangre de inocentes. Por favor.
Imagen cortesía de Portafolio.co