Cavilando respecto a la vulneración de Derechos Humanos en mi país me he paseado mentalmente en tantas y tantas violaciones en torno a personas de diversas etapas de vida y me he detenido en la etapa del “Adulto Mayor”, ”Vejez”, “Tercera Edad” “Abuelitos” o como paradójicamente decidieron llamarlos a nivel institucional en Venezuela “Juventud Prolongada” . Se me hace una aberración y burla pretender prolongar la juventud con tantas carencias. Nuestros viejitos tienen líneas de experiencias (arrugas) que dejan ver el cansancio por lo vivido y luchado, pidiendo en cada surco y cada piel derretida el abrazo de lo reconfortante, de la protección, del ahora me toca cosechar lo sembrado, disfrutar de mis hijos, nietos y por qué no? de mis biznietos, de ver desde la óptica de “Lo logré, que orgullo”, de saber que aunque mis huesos no soportan una carrera si disfrutarían una caminata al parque, bodega, farmacia, etc… Sí, el estado Venezolano menciona y realiza campañas en sus instituciones para que los adultos mayores sean llamados y atendidos como “juventud prolongada”.
La Carta Magna dispone en su artículo 80 que es deber del Estado garantizar a los “ancianos”, el pleno ejercicio de sus derechos y garantías. La CRBV consagra que es al Estado, con la participación solidaria de las familias y la sociedad, a quien corresponde la obligación de respetar su dignidad humana, su autonomía, garantizándoles atención integral así como los beneficios de la seguridad social que eleven y aseguren su calidad de vida, pero cada mes, entre los días del 16 al 20, veo con tristeza que desde la madrugada se llenan las aceras con nuestros viejitos haciendo cola para cobrar su pensión y duran horas y horas bajo la sombra del amanecer, la comezón del inclemente sol y el dolor de las piernas porque ya la circulación sanguínea no es adecuada o la osteoporosis no le permite tantas horas de pie, esa escena es la que se observa en todos los espacios adyacentes a las instituciones financieras de todos los estados de nuestro territorio venezolano, para cobrar escasamente el sueldo mínimo asignado por el Estado, un sueldo mínimo que no cubre sino el 1,6 de la canasta alimenticia (el Centro de Documentación y Análisis para los Trabajadores informó que se requieren 63.8 salarios mínimos para adquirir la canasta alimentaria, en un grupo familiar de cinco personas), a pesar de no alcanzar lo que cobran nuestros viejos se mantienen en colas porque ya perdieron la noción referencial del poder adquisitivo y entienden que de no presentarse a cobrar les van a exigir en los próximos meses papeleo de fe de vida para seguir teniendo pensión.
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Las calles abarrotadas de nuestros ancianos durante esos días demuestran el abandono y desvío del respeto a la dignidad. Entre pensiones y bonos que otorga el estado alcanzan a comprar alguna fruta y las pastillas que no consiguen en los CDI, evidentemente las políticas sociales para los ancianos no cumplen con los derechos establecidos de garantizar alimentación adecuada, obviamente ni mencionar que con la pensión se pueda optar por vestido y calzado.
Al visitar los hospitales públicos es aún más indigno ver los rostros de dolor de nuestros ancianos a quienes hacen madrugar para ser atendidos porque los pocos médicos que quedan en el país no se dan abasto para atenderlos y mengua la capacidad de atendidos por día y asisten por varios días continuos y cada vez mas de madrugada para apuntar al sorteo de los primeros en lista. Es ahí cuando vemos el reflejo del deterioro humano sin enfermedad terminal, el reflejo del dolor por el uso y abuso de tantos años vividos, el reflejo del auxilio atiéndame para apaciguar el peso por el desgaste de mi cuerpo, recorrer los hospitales de Venezuela en los servicios de consultas es tan igual que visitar los centros de asistencia humanitaria, rostros lánguidos y suplicantes de atención.
Por lo tanto considero una aberración el pretender que se les prolongue la juventud a nuestros viejitos en medio de tanta violación de los Derechos Humanos que documenté de un solo centro asistencial (Hospital Antihanseniano “Dr. Martín Vegas” ubicado en Catia la Mar, Estado Vargas, que alberga 57 ancianos de los cuales solo 16 son enfermos dermatológicos y el resto ancianos abandonados a su suerte, a merced de un estado que los está dejando morir de mengua) las vejaciones en las que viven los que dependen directamente de un Estado que olvidó que es su obligación proteger, amparar y asistir, las sabanas son de papel porque las de tela se deterioraron y no fueron sustituidas, amén de las noches frías en donde un papel no los cobija, los alimentos que les suministran no contienen los nutrientes adecuados y se evidencia en sus huesos forrados por una piel ajada, surcada y tostada, los hombres no tienen ropas para cubrir su dignidad y aunque por su estado mental están ajenos, se nota lo que les queda de pudor cuando se encogen de forma fetal cubriendo su cuerpo. Los medicamentos llegan de forma intermitente y los insumos personales brillan por su ausencia, pero el miedo a estar en las calles los hace guardar silencio y en sus ojos se observa alegría con visitas de cualquier persona porque representa una luz de esperanza en medio de tanto olvido, tanto abandono. A diferencia de las antiguas civilizaciones donde el anciano era la personificación de la sabiduría, nuestros viejos son la personificación de la decadencia, del final, del ocaso. Con una sociedad que los excluye, que no les permite desarrollar sus potencialidades, que los ubica en la cola de estacionamiento del cementerio, pero mientras vivan deambulan para obtener los sobrantes de la canasta alimenticia y si corren con suerte para el calmante.
A medida que documento mi tema crece mi indignación y resuena con burla “Juventud Prolongada a nuestros viejitos”. Pues no!!! No sea juventud prolongada, la prolongación no debe ser de la juventud, debe ser del respeto a su dignidad. Prolongar los Derechos Humanos consagrados en nuestra Carta Magna es el grito de los que sobreviven en la Venezuela y en especial a nuestros viejitos que no les importa un nuevo título que suene a juventud, les importa, suplican y anhelan una Vejez Digna y Plena, en donde una pensión, la cual se ganaron después de tantos años de luchas, trabajos, competencias, crianzas, etc., alcance para alimentarse como es debido, adquirir vestuario y los medicamentos requeridos para calmar el reloj del tiempo que pasa factura, cobijarse y reconfortarse a la hora del descanso. Aspiro llegar a esa edad y luchar porque se reivindiquen los derechos de una vejez digna y se derogue juventud prolongada.