«La violencia sexual es una amenaza al derecho de todas las personas a una vida digna y a la paz y la seguridad colectiva de la humanidad». — António Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas, Nueva York, 19 de marzo de 2017
La violencia sexual contra las mujeres ha sido utilizada como arma de guerra en un sinfín de conflictos a lo largo de la historia de la humanidad, lo que genera un impacto devastador en las víctimas y en la sociedad per se. Un ejemplo de ello lo encontramos durante el genocidio de Ruanda en 1994, cuando miles de mujeres fueron víctimas de violencia sexual perpetrada por la milicia de la etnia hutus con la finalidad de someter física y psicológicamente a los tutsi.
El genocidio de Ruanda es un evento trágico que dejó una marca profunda en el siglo XX, donde el uso de la violencia sexual contra las mujeres fue una estrategia cruel para someter a la población tutsi, resultando en consecuencias devastadoras a nivel físico, emocional y social. A pesar de que han pasado tres décadas desde el genocidio ruandés, la violencia sexual como táctica de guerra sigue siendo una realidad en los conflictos actuales.
Otro caso contemporáneo del uso de la violencia sexual contra mujeres y niñas en contextos adversos se encuentra en la India. Tal como relata Urvashi Butalia, escritora y activista, en el año 2013 la violencia sexual era utilizada como un medio para enviar un mensaje a la población acerca de quién tiene el control. Según relata, la estrategia consistía en devolver a las niñas violadas a sus comunidades, con el objetivo de infundir miedo o forzar el desplazamiento de las personas, acciones que demostraron ser efectivas dada la gravedad de los actos perpetrados. (González, 2023)
Pese a la profunda herida de estos crímenes, aún persiste un amplio desconocimiento y escasa comprensión tanto de sus causas y consecuencias como de los mecanismos de protección a mujeres durante contextos bélicos.
Antes de abordar el tema, es menester delimitar que, según la Organización de las Naciones Unidas (s.f.), la “violencia sexual relacionada con los conflictos abarca las violaciones, la esclavitud sexual, la prostitución forzada, los embarazos forzados, la esterilización forzada y cualquier otro acto de grave violencia sexual contra mujeres, hombres o niños que tienen una vinculación directa o indirecta con un conflicto.”
Las mujeres y las niñas siguen siendo las más perjudicadas por la violencia sexual asociada a los conflictos, especialmente debido a los patrones de desigualdad y discriminación de género que ya existían antes de que estallaran los conflictos. De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (s.f.), la violencia sexual relacionada con conflictos, encuentra su razón de ser en la persecución de objetivos, principalmente políticos y económicos, en un intento de “controlar el territorio o los recursos. Se emplea de manera frecuente y deliberada contra la población civil, de modo que ocasiona humillaciones y traumas a largo plazo, rompe familias y fractura el tejido social, da lugar a desplazamientos y aviva las actividades de los agentes armados. Esta clase de violencia se utiliza también como una táctica del terrorismo y el extremismo violento.”
Como lo plantea González (2023), asesora jurídica de la Asociación Por Ti Mujer, “estas prácticas suponen la deshumanización y discriminación de las niñas y mujeres (quienes son sus principales víctimas) dentro de los diversos grupos que las reclutan y explotan de manera reiterada y sistemática.”
Cabe destacar que las personas supervivientes de la violencia sexual en conflictos armados a menudo no denuncian estos crímenes debido a una combinación de miedo y estigma cultural. De acuerdo a cifras de la Organización de las Naciones Unidas (s.f.), “los profesionales sobre el terreno estiman que por cada violación denunciada en relación con un conflicto, hay entre 10 y 20 casos que quedan sin documentar.”
Las personas que sufren violencia sexual en el contexto de conflictos experimentan efectos adversos duraderos que impactan gravemente su salud física, mental y social. Afirma el Departamento de Mantenimiento de la Paz de las Naciones Unidas (2020) que “la violencia sexual relacionada con los conflictos tiene efectos nocivos prolongados en las víctimas y se utiliza como táctica de guerra, tortura y terrorismo. Tiene devastadores efectos sobre la salud física, sexual, reproductiva y mental, y destruye el tejido social de las comunidades.”
Al respecto, la violencia sexual sufrida por las personas en situaciones de conflicto requiere un esfuerzo conjunto para construir una memoria colectiva por diversas razones.
Primero, muchas víctimas han sido objeto de estigmas y han permanecido en silencio, por lo que es fundamental reconocer su dolor, darles voz y visibilidad, así como rendir homenaje a su memoria.
En segundo lugar, la prevención y la sensibilización, porque al recordar y reflexionar sobre la violencia sexual en los distintos conflictos, se puede generar conciencia sobre las consecuencias devastadoras de esta práctica inaceptable y, a su vez fomentar la prevención de la violencia sexual en conflictos actuales y futuros.
En tercer lugar, puede contribuir a la búsqueda de justicia para las víctimas, ayudar en el proceso de reparación y en la lucha contra la impunidad de los agresores.
Por último, recordar y reflexionar sobre la violencia sexual en los conflictos puede contribuir a la construcción de una cultura de paz, respeto y no violencia, promoviendo la igualdad de género y el respeto a los derechos humanos, ya que, de acuerdo a González (2023), “persisten grandes deficiencias en los marcos jurídicos aplicables en la especialidad de crímenes de violencia sexual, los cuales se han limitado a definir tipos penales, sin establecer mecanismos procedimentales para propiciar su oportuna y eficaz sanción y erradicación. Por eso es que el llamado es a, desde la sociedad civil y ONG, tomar un rol protagónico en la visibilización, proyección política y mediática de este crimen, así como en el desarrollo normativo que permita mejorar la respuesta internacional.”
Asimismo, es fundamental llevar a cabo una reparación integral para las mujeres que han padecido violencia sexual en situaciones de conflicto, así como garantizar una conmemoración representativa que rinda homenaje a las víctimas, sensibilice a la sociedad y promueva la prevención de la violencia de género. Esta reparación debe ser inclusiva, holística, respetuosa de la perspectiva de género y los derechos humanos, participativa y orientada a lograr resultados tangibles. Esto contribuirá a la sanación, empoderamiento y transformación de las mujeres afectadas y sus comunidades, al ofrecerles espacios de reconocimiento y memoria colectiva que les permitan recuperar su dignidad y reconstruir sus vidas de manera significativa.
Referencias Bibliográficas
- Departamento de Mantenimiento de la Paz de las Naciones Unidas (2020). Violencia sexual relacionada con los conflictos. Recuperado de: https://peacekeeping.un.org/es/conflict-related-sexual-violence
- González, J. (2023). La violencia sexual como arma de guerra. Asociación Por Ti Mujer. Recuperado de: https://asociacionportimujer.org/la-violencia-sexual-como-arma-de-guerra/
- Organización de las Naciones Unidas. (s.f.). Día Internacional para la Eliminación de la Violencia Sexual en los Conflictos. Recuperado de: https://www.un.org/es/observances/end-sexual-violence-in-conflict-day