Importante es en este momento político-social que viven algunos de los países de América Latina, tanto, que debemos preguntarnos sobre la pertinencia o no de las llamadas Comisiones de la Verdad y cuándo es necesario apoyar los direccionamientos de una justicia en sus hallazgos. Lo primero que debemos entender es que estas instancias se logran crear durante períodos de transición de la dictadura a la democracia, ante una guerra civil o en aplicación de un acuerdo de paz. El sentido de la verdad es la del esclarecimiento histórico de lo sucedido, orientada a establecer la dinámica de la problemática sufrida, del conflicto y de las responsabilidades existentes en los daños ocasionados frente a la población, pues su propósito específico estriba en ser instrumento al servicio de un proceso de justicia transicional, solo explicable en aras de recuperar la justicia y el estado de Derecho.
Tal vez en el contexto específico del conflicto colombiano, que es la más reciente experiencia de un marco metodológico de Justicia Transicional en el mundo, la verdad se basa en el esclarecimiento histórico de las dinámicas del conflicto armado, las expresiones de arbitrariedad, las graves violaciones a los DDHH y al Derecho Internacional Humanitario y a las responsabilidades al respecto existentes. Es aquí donde nos preguntamos a dónde los venezolanos y algunos otros gobiernos de corte izquierdoso necesitan una verdadera Comisión de la Verdad. No queda la menor duda que necesitamos esclarecer todos los delitos cometidos y fundamentados en Una Revolución.
En este sentido, es importante lograr amalgamar las funciones y la necesidad de las Comisiones de Verdad, como un instrumento a favor de la verdad y no de la política. En este orden de ideas las mencionadas instancias no pueden responder a un esquema rígido, ni un modelo cerrado, lo ideal es que cumplan con los propósitos referidos asociados al esclarecimiento histórico de lo sucedido, siempre tomando como base la sociedad, que al fin y al cabo fue quien sufrió la afectación.
Las Comisiones de la Verdad surgen como un principio de lucha contra la impunidad que fue avalado por la Comisión de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a mediados de la década de los ’90. Aún se carece de un parámetro normativo desarrollado al respecto e incluso, a pesar de los avances realizados por el organismo al intentar detallar los principios que caracterizan los derechos de las víctimas sobrepone ante todo el reconocimiento político, social e histórico que éstas han cobrado en honor a la verdad. Razón hay también en entender estos derechos más allá de la casuística y del derecho de las propias víctimas, es decir, ese más allá guarda relación con el patrimonio de los pueblos y su derecho de conocer lo que realmente sucedió. En este sentido podemos concluir que ante todo la función primordial es el esclarecimiento de los hechos de graves violaciones a los DDHH y al DIH y de sus responsabilidades, la contribución en acciones de justicia asociados y en la recuperación general de la justicia en superación de contextos de violencia generalizados y de conflictos armados.
El beneficio de una transición positiva del esclarecimiento de los hechos estriba en la apropiación y superación del impacto ocasionado por la violencia y la arbitrariedad de la misma población, en tal sentido, contribuye a su empoderamiento y a las dinámicas del tratamiento de la superación del conflicto en curso. Y con relación a la aplicación de justicia ante todo la superación de la impunidad y el retorno a la normalidad y la eficacia de la justicia ordinaria. Como consecuencia de los hechos políticos en nuestras Américas, sin duda alguna debemos colocar una mirada fija en la necesidad de poder consolidar un “Grupo de Notables” que asuman la reconstrucción histórica en cada país, donde de alguna manera el socialismo ha tocado puertas, pero en el caso venezolano, ya no es a manera de rogatoria sino requisito sine qua non que dispongamos de una Comisión de la Verdad tan pronto se instaure la transición pacífica y democrática que todos esperamos.
Imagen cortesía de Revista Ideele