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Humanidad: El gran recurso

El descenso de las tasas de natalidad por debajo del nivel de reemplazo en gran parte del mundo se ha convertido en una preocupación creciente. Esta tendencia, aunque relativamente reciente, ha cambiado el foco, de las preocupaciones globales de la superpoblación, al riesgo de una posible crisis económica y existencial. Durante décadas, el rápido crecimiento de la población mundial llevó a muchos expertos a temer el agotamiento de los recursos naturales y el colapso de la civilización. No obstante, el economista Julian Simon tenía una visión diferente: sostenía que los seres humanos son el recurso definitivo. Según Simon, más seres humanos significan más capacidad intelectual, lo que conduce a más descubrimientos, creaciones e innovaciones, un argumento crucial en el libro “Superabundancia”, de Marian Tupy y Gale Pooley, que resalta nuestra habilidad histórica para resolver problemas de escasez.

Sin embargo, más allá de nuestra inteligencia, hay otro factor fundamental que nos convierte en el recurso por excelencia: nuestra búsqueda de un sentido en la vida. No buscamos simplemente sobrevivir; queremos que nuestras vidas importen. Esta necesidad de significado es un aspecto esencial de la experiencia humana y determina nuestros objetivos, decisiones y acciones. Encontrar un propósito nos proporciona un recurso vital de motivación. Cuando sentimos que nuestras vidas tienen sentido, nos levantamos cada día con la determinación de esforzarnos y mejorar, superando los retos y contratiempos. La investigación demuestra que las personas que encuentran significado en sus vidas son más saludables, centradas, persistentes y exitosas en la consecución de sus metas.

El sentido de la vida es intrínsecamente social. Obtenemos mayor significado de nuestras actividades cuando creemos que tienen un impacto positivo en la vida de los demás. Esta conexión social es clave para entender por qué los seres humanos son el recurso existencial por excelencia. El impacto que tenemos en la vida de los otros nos inspira a afrontar retos importantes y a impulsar el progreso humano, asegurándose  un futuro mejor para las generaciones venideras. Las discusiones sobre el “declive de los bebés” deben considerar no solo los desafíos económicos y políticos, sino también las profundas consecuencias personales y existenciales de este cambio demográfico. Los jóvenes son un recurso insustituible, ya que representan la razón por la que nos preocupamos por el futuro y nos brindan la oportunidad de alcanzar un nivel de significación social que trasciende nuestras breves vidas.

Aunque los avances en automatización, inteligencia artificial y otras tecnologías pueden ayudar a mitigar los problemas derivados de la disminución de la población, es vital reconocer que los jóvenes son un recurso existencial insustituible. Ellos son la razón por la cual nos preocupamos por el futuro, ya que nos ofrecen la oportunidad de alcanzar un nivel de significado social que va más allá de nuestras vidas mortales.

Ninguna máquina puede reemplazar el profundo sentido que se obtiene al criar a la próxima generación de seres humanos. La inteligencia humana permite actividades creativas e innovadoras que conducen a la abundancia, pero es el sentido de la vida y la importancia que damos a los demás lo que nos motiva a participar en estas actividades. Estas son las ideas de Clay Routledge publicadas en El Cato. Leer.

Carlos Reverón

Carlos Reverón

Estudio y difusión. Derecho Administrativo, Derechos humanos. Doctor en Derecho Summa Cum Laude, investigador, profesor. Web: creveronb.com

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