La pandemia ocasionada por el COVID-19 ha sido un reto para quienes trabajamos en el ámbito de los derechos. En condiciones “normales” esta labor es desafiante, pero el hecho científicamente probado de que es peligroso el contacto social debido a la alta probabilidad de contagio por la enfermedad, la ha convertido en una lucha constante para acceder a la información, ejercer trámites ante las autoridades competentes, atender a las personas e incluso trasladarse a una zona local con el fin de ejecutar acciones de significativo bienestar para la sociedad.
Sin embargo, bien dicen en el argot popular: “alguien tiene que hacer el trabajo”, así que por difícil que sea o por muy azaroso que resulte, la realidad nos impulsa a actuar de maneras diferentes para adaptarnos a las circunstancias; en otras palabras, a reinventarnos hasta convertirnos en absolutos partidarios de la resiliencia en pro de aquellos que de una u otra forma requieren de nuestra atención. De allí que trabajar desde casa, reunirse a través de videoconferencias, chequear el correo electrónico y revisar las redes sociales para enterarnos de lo que sucede a nuestro alrededor o en el mundo, se han transformado en hábitos cotidianos que nos permiten estar conectados con las personas a la vez que atendemos sus requerimientos o afinamos estrategias para ello.
A la par de estas nuevas rutinas, muchos hemos precisado de inaugurar espacios para renovar energías: leer novelas, clásicos o cuanto escrito mundano se presente ante nuestros ojos; aprender un nuevo idioma o reforzar el que ya dominamos además de la lengua materna; escuchar música, meditar, practicar ejercicio físico, entre muchas otras alternativas que han contribuido a que continuemos trabajando de buen ánimo a pesar de las adversidades.
Y es que en virtud de las experiencias vividas desde hace más de 1 año resulta complejo calificar el día a día con un adjetivo definido, pero sí es necesario reconocer que ha sido la oportunidad para retarnos a ser distintos conservando nuestra propia esencia, a practicar la solidaridad, a actuar con empatía, a ampliar conocimientos especializados y campos de acción; en fin a sumar nuevas ideas para ese trabajo que alguien tiene que hacer.