Fuente oficial: IMER Noticias
Las mujeres que migran desde los países del sur y Centroamérica hacia Estados Unidos enfrentan no sólo un largo y peligroso trayecto que empieza por la Selva de Darién e incluye un recorrido por siete países de Centroamérica y México, sino también un sistema de opresión —que muchas veces— las expone a altos riesgos de violencia, explotación y abusos.
Sin embargo, una de las estrategias más poderosas que utilizan para sobrellevar este viaje es la construcción de redes de apoyo, que les permite sostenerse emocional y físicamente a lo largo del camino.
Laura Cassianiz es una mujer de 34 años, proveniente de Colombia y, hace cinco meses, emprendió su travesía sola con la intención de llegar a Estados Unidos, en busca de mejoras económicas que le permitan mantener a su hija de 16 años, quien quedó bajo la custodia de su abuela.
Ella pasó cuatro días internada en la densa vegetación del Darién y poco a poco, se incorporó a grupos grandes de migrantes que se prestaban ayuda y tejían redes de solidaridad informales para apoyarse unos a otros. Compartían alimentos, tiendas de campaña, ropa, dinero y hasta adoptaban a otras mujeres que viajaban solas para que se sintieran acompañadas y seguras:
“¿Pero qué pasa cuando llega la noche? Todo el mundo te da un alojo, los que no tienen carpa, tú te agrupas con ellos. Hay gente que no tiene ganas de caminar y te apoyan: vamos para adelante, vamos a llegar, sube, camina, toma agua, no mires para atrás”.
Laura confesó que la integración y esos mensajes motivacionales que reciben las mujeres que viajan solas o con niños, es fundamental para completar la ruta de una forma menos traumática:
“La idea es que tú te integres, que tú vengas dialogando. ‘Mira, hola, ¿cómo estás?, que tú, que esto’. Ahí tú te vas integrando y más cuando uno viene solo y cuando venimos mujeres, así como vengo yo, nos ayudan mucho. Primero porque el hombre se siente desorientado y uno como mujer también, y el hombre como viene también solo, se apoya con una mujer sola”.
Mecanismos de seguridad
De acuerdo con un estudio que realizó la Red de Documentación de las Organizaciones Defensoras de Migrantes en México (REDODEM), el año 2024, reveló que el 20% de las mujeres entrevistadas comentaron que migran para tener acceso a mejores empleos así como óptimos servicios de salud y educación.
Recabaron los resultados mediante entrevistas practicadas a una población de 53 mil personas registradas en 23 albergues del país.
La investigación también reportó que 10 mil 300 mujeres, de las 24 mil que residen en los albergues de REDODEM, indicaron que salieron de sus casas solas y que en el camino encontraron formas de relacionarse con grupos de personas migrantes. Esto como un mecanismo de resguardo de su integridad y para relacionarse con otras personas, entablar lazos de amistad y cooperación.
Ese es el caso de María Claret Carruyo, migrante venezolana. Ella contó que aún cuando decidió viajar sola en contra de la voluntad de su familia —que le advirtió sobre los peligros en el camino— consiguió unirse con otras mujeres, a quienes ayudó económicamente en la ruta. A las mujeres embarazadas las cuidó para evitar que no cargaran peso, ni sufrieran accidentes en el camino.
También se encontró con otros compañeros e instituciones de la sociedad civil que formaron una red asistencial que, en México, abarcaron las poblaciones de:
- Tapachula.
- Tenosique.
- Chauites.
- Tehuacán.
- Ciudad de México.
Ellos les tendieron la mano cuando las intensas caminatas y el sol la debilitaban:
“Yo le dije a una muchacha: ‘bueno chica, vámonos, yo te voy a pagar los pasajes’, porque no me quería ir sola y entonces ella con su bebé de un año y yo, emprendimos ese viaje.
Nos pegábamos a muchachos venezolanos, hablábamos, ellos nos acompañaban, nos daban apoyos en instituciones como en carpas. Nos daban champú, desodorante, toallas sanitarias, nos inyectaban por si acaso sufríamos una violación, nos daban preservativos, nos ponían aparatos y todo siempre fue así”.
Se refugian en hombres para sentirse seguras
Otra de las estrategias que las mujeres emplean en la ruta migratoria como un mecanismo de protección, es relacionarse con hombres en el trayecto, explicó Melissa Reyes, psicóloga del área de género de la Asociación Civil Derechos Humanos Integrales en Acción.
A menudo, dijo, ellas toman esta decisión por la necesidad de sobrevivir en un entorno hostil y peligroso debido a la desigualdad estructural que enfrentan las mujeres y, sobre todo, los riesgos que enfrentan en la migración:
“Pero si son hombres que de alguna manera pueden protegerlas del crimen organizado y en este caso son sólo sus amigos.
O a veces se unen en parejas de estas personas porque implica otro grado de protección, ir en grupo mixto que ir en grupos solas, especialmente cuando tienen a sus hijos también que no sólo es el riesgo de que les pueda pasar algo a ellas, sino también el riesgo de que le hagan algo a sus hijos”.
Luisiana Bolívar es una de las migrantes que buscó protección en un compañero durante el recorrido, luego de haber sido secuestrada junto a su hija de 11 años por una banda delictiva en Tuxtla Gutiérrez.
Relató a IMER Noticias que, tras pagar cierta cantidad por su liberación, se unió a una caravana migrante para continuar su trayecto hacia Estados Unidos. En ese grupo conoció a Ramón, otro migrante venezolano, y actualmente viven en pareja.
Él se comprometió a ayudarla y a estar con ella en México, lugar donde pensó establecerse después de que sus aspiraciones para entrar de manera regular a Estados Unidos se vieron frustradas tras la cancelación de la plataforma CBP One:
“Lo conocí en Tuxtla Gutiérrez, él tenía todos los pies rotos y así salía a comprar la comida, el agua. Eso sí, comprábamos el agua. Con eso nos cepillábamos, pagaba los 20 pesos para bañarnos. Total, que duramos como tres semanas allá en Tuxtla Gutiérrez y dormíamos afuera de un Oxxo y así fue como pudimos seguir.
Él me dijo: ‘tenemos que llegar a Ciudad de México, yo veo cómo llegamos’. Y así fue, preguntando de pueblito en pueblito, fuimos llegando”.
Mujeres trans planifican antes de salir
Las mujeres trans también ponen en práctica mecanismos de autocuidados en el trayecto migratorio. Ellas planifican desde el mismo momento en que deciden marcharse de sus países de origen. Tejen redes de información para saber a qué lugares de asistencia a la comunidad LGBT+ deben llegar. Por ello, salen en grupos de más de 10 personas.
Así lo explican tanto Reyes como su compañera Carolina Pérez, de la Asociación Civil Derechos Humanos Integrales en Acción:
“Ellas viajan en grupo y se van comunicando por WhatsApp para tener información para aquellas que vienen en camino desde sus países de origen y, así es como se va haciendo una red del contacto de las organizaciones y de puntos que brindamos apoyo.
Porque muchas vienen, identifican las organizaciones que tienen este componente de atención especializada para las personas LGBT+, nos refieren personas que se atendieron años o meses. Les dicen a sus compañeras trans que somos un espacio seguro para ellas”.
Mecanismos insuficientes
Los mecanismos de autoprotección y de la activación de redes asistenciales en la ruta por el Darién, Centroamérica y en México, no han sido suficientes para evitar que las mujeres sean víctimas de abuso sexual, extorsión, secuestro y robo.
Aún cuando estaba en un grupo, hombres armados secuestraron a Laura Cassianiz en Chiapas. Estuvo una semana en poder de la banda criminal, integrada por 20 sujetos, hasta que sus familiares pagaron por su liberación:
“Me secuestraron, me metieron en una jaula en la que teníamos que estar sentados porque parados no podíamos estar y se nos llenó el cuerpo de chinches, era horrible cuando llegaba la noche por las chinches. No sé qué animal parecíamos.
Caminábamos con desespero. Todavía tengo secuelas y manchas en el cuerpo. Ahí duramos ocho días hasta que yo pude contactarme con un familiar. Nos daban una hora para contactarnos con un familiar para que nos hicieran un depósito”.
Para Dinorah Arceta, coordinadora de Incidencia del Instituto de la Mujer Migrante, es necesario territorializar los servicios de atención integral para aquellas que sufren agresiones en el camino. Lo anterior porque muchos de estos centros están ubicados a mucha distancia de las rutas.
También urgió a ampliar y robustecer los albergues especializados en víctimas de violencia de género y con enfoques especializados para mujeres gestantes.
Enfatizó en la necesidad de promover la participación de las mujeres en las políticas migratorias para fortalecer la seguridad para neutralizar a los grupos criminales, así como impulsar su independencia financiera:
“Aquí en México tenemos un sistema de protección de violencia de género de avanzada, que son esta red de refugios para las mujeres, pero muchos de ellos no están justo en las zonas donde las mujeres viajan. Algo muy efectivo sería territorializar estos servicios de atención integral de apoyo legal, salud, psicológico y de trabajo social”.
El empoderamiento y protección de las mujeres migrantes en el trayecto es un proceso integral que requiere de políticas públicas específicas, el trabajo conjunto de las organizaciones civiles, la cooperación internacional y un enfoque centrado en los derechos humanos.
Al proporcionar las herramientas y los recursos necesarios, las mujeres migrantes como María Claret, Luisiana y Laura podrán enfrentar los desafíos del viaje, redefinir su destino y construir una vida más digna y autónoma.