POR: Karla Ávila Morillo / Comunicaciones REDAC
Por una visita familiar al estado Aragua, nació allá la pequeña Jackeline del Valle Fernández Pérez en el Hospital Civil de Maracay, la ciudad jardín de Venezuela. Su avance de niña a mujer lo vivió entre Caracas y Valencia, para luego establecerse en Ciudad Guayana donde se desenvuelve actualmente.
Recorrió su educación preescolar y primaria en colegios de “Fe y Alegría”, en Caracas y en el “Niño Jesús de Praga”, ella recuerda con orgullo cuando empezó a estudiar a los tres años y a los cinco ya sabía tanto leer como sumar. Luego en Valencia, cursó desde primer grado hasta tercer año de bachillerato en el Colegio Luisa Cáceres de Arismendi, el cuarto año en Caracas en un colegio privado llamado “Cultura” que quedaba por la avenida principal de la urbanización El Bosque, finalmente su quinto año lo hizo en uno de los liceos públicos más emblemáticos de Valencia, el Pedro Gual.
Al llegar al quinto año de bachillerato, quedó admitida para ingresar en la Universidad de Carabobo para estudiar derecho. Comenta: “No me gustaba derecho, pero mi intención era pedir cambio para la carrera de estudios internacionales en la Universidad Central de Venezuela. No lo pude hacer, porque mi mamá se negó a darme permiso para irme a vivir a Caracas yo sola. Así que me gradué de abogada en la Universidad de Carabobo.”
Adicional a su carrera de pregrado, hizo dos postgrados en la Universidad Gran Mariscal de Ayacucho y uno en la Universidad Católica Andrés Bello de Guayana: Gerencia de Recursos Humanos, Derecho Procesal Laboral y Gobernabilidad y Gerencia Política. Igualmente culminó el diplomado en docencia universitaria, antiguamente llamado componente docente. Siempre le ha gustado estudiar, pero luego de tener a sus dos hijos tuvo que hacer una pausa, ya que sus prioridades eran otras.
Es frecuente escuchar que aquellas personas que defienden los derechos de las mujeres a una vida libre de violencia, han tenido encuentros cercanos con los distintos tipos de violencias hacia ellas. Este es el caso de Jackeline, quien expresa lo siguiente: “Crecí escuchando dos historias: mi mama tenía una hermana llamada Sonia. Ella se suicidó a los 15 años luego de ser violada por un taxista aquí en Ciudad Guayana. Aunque eso no fue el detonante de su decisión, sino la burla y el menosprecio de sus tías y tíos, quienes le decían que ningún hombre la iba a aceptar así porque estaba “dañada”. Ellas quedaron huérfanas de madre muy pequeñitas, y fueron criadas por diversos parientes que se turnaban para maltratarlas. Mi abuelo golpeaba a mi abuela, quien murió a los 25 años después de parir a su última hija (tuvo 5 hijas). Mi mamá me contaba que fue por un disgusto muy fuerte que tuvo con mi abuelo. La otra historia me la contaba mi papá, quien era dominicano. Él y sus hermanos fueron guerrilleros, pelearon contra el dictador Chapita Trujillo; mis tíos, Pedro Pablo y Alejandro, murieron en esa lucha. Sus nombres están en un monumento que tuve la oportunidad de visitar en República Dominicana. Las hermanas Mirabal estaban presentes siempre en sus relatos. Mi papá decía que el femicidio de ellas fue lo que realmente hizo despertar a la gente y motivó las acciones que terminaron con la muerte del dictador. Así que por ambos lados tuve ejemplos de lo que la violencia de género podía hacerle a las mujeres.”
Llegó al activismo y defensa de los derechos humanos un día cuando hubo un femicidio en Ciudad Guayana, se enteró al leerlo en el Correo del Caroní, suceso que la impactó mucho. Fue un caso de una joven madre asesinada por su ex pareja, a quien ya había denunciado. Eso la impulsó a pedirles a algunas amigas que la acompañaran a las sedes de Nueva Prensa y Correo del Caroní a manifestar su repudio y exigir justicia para la mujer que murió por asesinato.
Allá fueron juntas, Dorkis Castro, Eileen González y Marya Ramírez, ellas concurrieron como acompañantes en esa faena. Semanas más tarde, le contactaron desde la oficina de Amnistía Internacional en Caracas, querían saber si estaba interesada en ser la coordinadora de la Red de Amnistía en Bolívar, a lo que respondió afirmativamente de inmediato, lo que ocurrió hace unos diez años atrás.
Tiempo más tarde llega a la Red de Activistas Ciudadanos por los Derechos Humanos (REDAC) a través del Centro de Justicia y Paz (CEPAZ). Unirse en alianzas con personas que trabajan esta área y que han demostrado su compromiso con la dignidad humana, es lo que le impulsa y le hace acercarse a grupos como la REDAC.
En el año 2019 llevó a cabo un proyecto personal, tuvo la oportunidad de entregar “Kits de Dignidad” a mujeres en movilidad pendular, para ello eligió la comunidad de “Core 8” y “Las Casitas”. Se emociona al contar que: “Mientras dictaba las charlas, una de las beneficiarias, de nombre Yamileth, me dice que en el peaje había mujeres en dicha condición, que iban a ese lugar, pernoctaban allí por días. Así que me puse de acuerdo con ella, y fui. Efectivamente entregué más de treinta y cinco kits, y me falto gente. He seguido visitando ese punto, ahora estoy levantando información sobre las mujeres que viajan con sus hijos para las zonas mineras. Siento que hay mucho desconocimiento sobre este tema No puedo ir tan seguido como quisiera debido al tema transporte, pero me mantengo en comunicación con Yamileth, a quien admiro y respeto mucho. Ella vende café y pan allí en el peaje, ayuda a quienes puede. Es como el ángel del peaje. Y así se llama una historia que estoy escribiendo sobre ella.”
Al trabajar con organizaciones como Amnistía Internacional en Venezuela, Aula Abierta y la Comisión para los DDHH y la Ciudadanía (CODEHCIU), recalca que cuando fue monitora de la Red de Amnistía en Bolívar, una de las personas que más les apoyaba y publicaba sus llamados de atención sobre casos, fue Oscar Murillo, a quien reconoce como un gran aliado y amigo. En la UGMA contó con el apoyo de la economista Mily Talavera, quien le facilitó el uso de salones y el auditorio por lo que la considera una de sus grandes aliadas.
El profesor Ernesto Roque, quien era el coordinador de servicio comunitario de la Universidad Gran Mariscal de Ayacucho; Migdalia Granadillo, Omaira Acosta, León Hurtado, Marcos González, Omaira Flores y otros, la apoyaron cada vez que hacía activismo ciudadano, sobre todo con el maratón de cartas de AIVen. Por su parte, la licenciada Alba Díaz, también le ayudó incluyéndola en las actividades del Proyecto Caroní, un programa de educación sexual y reproductiva, con levantamiento de estadísticas que desarrolló el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), coordinado por la licenciada Solana Simao.
Hasta en el colegio donde estudiaron sus hijos, la directora de dicha institución, Zuleima de Cedeño, cedió espacios para hacer talleres sobre violencia durante el noviazgo, acoso escolar y violencia armada. Han sido muchas personas que de una u otra forma le dieron su voto de confianza. Acota: “Mi mamá, mis hijos, mis alumnos y alumnas. Amigas como Alba Perdomo, Mairis Balza, Marya Ramírez, Kayli Acosta, y amigos como Eliú Madriz, Danny Rousseau, Félix Fernández y Yolvis Moreno han sido clave como un gran soporte para llevar a cabo mis actividades.”
En cuanto a sus fortalezas destaca por su convicción de actuar para dejar un mundo donde sus hijos puedan llevar una vida digna, ellos son su mayor impulso al respecto. Su gran compromiso es la apropiación que hizo de los valores de Amnistía Internacional como un código de conducta, al igual que su capacidad de rodearse de gente maravillosa y valiente, así lo expresa.
Al referirse a sus debilidades confiesa que las emociones que le generan la injusticia y el dolor, han hecho mella en su salud. Afirma: “Somatizo las cosas. No soy dada a las demostraciones públicas de afecto, algunas personas pueden creer que soy insensible, pero la verdad es que siempre me preocupé y me ocupé de cosas que el resto de mis amigas y amigos no entendían. Ya a mis dieciocho años estaba metida de cabeza como testigo de mesa en el colegio Alonso Díaz Moreno de Ciudad Alianza, donde vivía. Cuando ocurrió el Caracazo, escribí casi un cuaderno completo sobre lo que pensaba acerca de ese hecho. Mientras mis amigas tenían novios, yo leía sobre historia, me emocionaba con Eleanor Roosevelty Rosa Parks. Creo que la mayor diferencia es descubrir, ya en el rol de madre, que replicaba patrones vistos en casa porque mi mamá los hacía. Y he ido sanando mi relación con mi madre porque entiendo que solo así puedo construir una relación sana y armónica con mis hijos. Entendí que mi mamá no tuvo opciones, porque ella no tuvo la gracia infinita de contar con una madre como la mía.”
Para Jackeline es primordial el trabajo en equipo, para ella es esencial en todos los sentidos, desde lo académico, el intercambio de saberes y experiencias, hasta las solidaridad ante riesgos y amenazas.
En Bolívar ha trabajado en los municipios Caroní, Heres, Cedeño y Padre Pedro Chien, en esos lugares ha percibido la necesidad de sus habitantes de contar con más apoyo, de ser vistos por quienes tienen el poder de cambiar realidades. Allí ha visto mucha tristeza, pero también mucha valentía. En estos lugares ha encontrado personas extraordinarias con una capacidad de resiliencia impresionante, está convencida de que merecen ser tratados con dignidad y vivir en condiciones más humanas.
Los aspectos más delicados de esas comunidades que ha visitado son los mismos que se observan en otras regiones, son los servicios pésimos, salud precaria, educación aporreada y el trabajo por supervivencia, aunado al tema de la normalización de la violencia. Es por eso que considera relevante la educación en derechos humanos, por lo cual espera que algún día se abra un espacio permanente de formación sobre estos temas aquí en Guayana.
Su trato hacia los demás activistas, defensores y defensoras de derechos humanos es de reconocimiento al trabajo que hacen. Ella expresa un profundo respeto por quienes forman parte de este movimiento y por supuesto, sus predilectos siempre son sus allegados amnistíanos. Sin embargo explica que hay muchas organizaciones que han ganado a pulso, con su trabajo y compromiso, un lugar en la historia de Venezuela, como los son: COFAVIC, PROVEA, CEPAZ, CODHEZ, Acción Solidaria, CADEF, Observatorio de Prisiones, CODEHCIU, entre otras no menos importantes.
Desea impulsar que nuevas personas se unan y trabajen más por sus derechos desde la comunidad, con educación y sensibilización, desde las escuelas. Dice: “No se puede pensar que este trabajo se circunscribe a contextos como el nuestro solamente. Debemos entender que el conocimiento de nuestros derechos y el respeto por el ejercicio pleno de los mismos es un asunto de vida, de todas las personas.”
Está segura de que se debe impulsar el liderazgo en las mujeres jóvenes desde las universidades, porque ese es el lugar donde germina casi naturalmente el liderazgo político. Considera que hay que cambiar el sistema de los partidos políticos desde adentro, porque inclusive los más nuevos, mantienen un sistema patriarcal y machista de control interno. Cree que hay que darle poder a las nuevas generaciones para que ellas mismas construyan su forma de liderazgo inclusivo.
Considera que hay mucha diferencia entre hombres y mujeres en el ámbito político, así lo razona: “En cuanto a resultados de propuestas y acciones llevadas a cabo para ejercer esta labor, creo que hay muchas diferencias. Las mismas que vemos en los liderazgos gerenciales. Las mujeres tenemos otras cualidades como lideresas, justamente ese es el reto: lograr que el resto de las personas entiendan que las mujeres no vamos a asumir modelos masculinos de liderazgo, deslastrarnos de prejuicios y estigmas. No puedo hablar de propuestas más allá de aquellas relacionadas con temas de violencia de género, que en ese rubro son las mujeres quienes actúan. Pero por ejemplo, en el ámbito de los Consejos Comunales, casi todas las personas que están al frente son mujeres. Hay comunidades donde inclusive los líderes de calle son todas mujeres. ¿Podemos decir que eso se traduce en el empoderamiento femenino?, de ninguna manera, porque siguen lineamientos dictados por hombres, que son quienes ejercen el verdadero poder, son quienes toman decisiones. Lo que sí han demostrado desde esas instancias es que son buenas organizadoras.”
En cuanto al espacio que ocupan las mujeres en el ámbito político venezolano, opina que no es cuestión de “darles” un lugar, para ella es muy importante ir más allá de cumplir con las cuotas de paridad, el asunto para Jackeline es lograr que las mujeres reclamen espacios.
Como muchas mujeres, se ha sentido discriminada en algunos momentos de su vida, A veces por ser mujer o por no ser una mujer con ciertas cualidades. Rememora: “Cuando estaba en la universidad estuve buscando trabajo desesperadamente. Una amiga que trabajaba en una óptica me dijo que allí necesitaban a una recepcionista, así que me iba a recomendar. Fui hasta el local, estuve una mañana aprendiendo las labores que se suponía iba a hacer. Pero luego no me llamaron. Mi amiga me dijo que el dueño del negocio consideró que yo “no era tan delgada como debía ser una recepcionista”. Eso me pasó otras veces, porque nunca he sido de maquillarme ni arreglarme el pelo, creo que alisarme el cabello es antinatural, Así que las miradas displicentes y condescendientes han estado siempre por allí. Pero gente maravillosa que me acepta con mis extravagancias también he tenido la dicha de conocer y esas son las que me nutren y motivan.”
Cuando se acerca a las comunidades, ve que las mujeres se sienten agradecidas. Ellas sienten que las ven, que las toman en cuenta. Para Jackeline es abrumador sentir el cariño y respeto con el cual le tratan, porque siente que no lo merece simplemente por hacer una labor, que por supuesto lo hace de todo corazón, pero no es suficiente, cree que nunca es suficiente.
Cuando se dirige al peaje ve muchachas de dieciséis o diecisiete años, que simplemente asumen que lo que les toque, les tocó en ese camino de niebla que las lleva a las minas, allí se da cuenta y siente que no está haciendo suficiente por acabar con ese flagelo. Apunta: “Charlas, material educativo, bolsos con artículos de higiene, eso no las va a ayudar a salir de ese círculo de necesidad. Y la verdad ese nudo que se me forma en el estómago mientras las escuchas, ya nunca se deshace.”
Por eso fomenta valores desde un punto de vista feminista, desde la sororidad, el respeto, la tolerancia, dignidad, justicia, igualdad, solidaridad. Estar en Amnistía Internacional le ha enseñado a mirar al mundo con otros ojos, a acercarse a las personas desde el respeto, el asombro y el agradecimiento. Cuando aborda los temas relacionados con enfoque de género, lo hace con mucho respeto y claridad para que entiendan de manera precisa que se trata de fomentar la igualdad para beneficio de todos los seres humanos. Observa que algunas mujeres se resisten, piensan que eso genera cambios negativos en la dinámica familiar. Por eso es muy responsable al explicar cada concepto con palabras y hechos, da ejemplos, ofrece escenarios que les permitan comprender mejor cada tema.
Distingue que en el estado Bolívar las nociones de la participación ciudadana, derechos de las mujeres, están apenas comenzando a formarse en conceptos tan básicos como el de ciudadanía. Para ella, la participación, el activismo y el voluntariado siguen siendo islas flotantes en un mar de indiferencia. Eso le aturde y desmotiva, pero siente que hay que verlo como un reto porque los espacios ganados constituyen logros enormes, por muy pequeños que sean. Opina que hay barreras que romper en Ciudad Guayana, como lo son: las distancias, el clima, la falta de espacios socioculturales, la indiferencia y el clasismo.
Cree que quienes la escuchan han tomado de varias fuentes o ideas expuestas para construir su propia narrativa, lo cual le llena de esperanza cuando las ve actuar. La equidad de género la fomenta con acciones, visibilizando el daño que la desigualdad produce para el desarrollo de la sociedad.
Cuando hace retrospectiva sobre su vida piensa: “Ahora soy una mujer con mayor claridad, pero no más sabia, sigo en construcción y espero seguir así por unos cuantos años, porque si no la vida sería una cosa estática y aburrida. He aprendido a ver con los ojos de los demás, eso sin duda es enriquecedor. Quiero seguir aprendiendo, sobre tantas cosas: El Universo, las personas, la tecnología. Mi sueño es escribir un libro sentada en la terraza de mi casa en la playa, pero no la tengo todavía.”
Culmina comentando que las mujeres venezolanas son lideresas en ámbitos políticos y de derechos humanos, donde han logrado cambios sustanciales en todas las esferas, donde han hecho historia y salido al mundo a promover la igualdad.