El sábado 16 de marzo fui invitada a dar un discurso sobre Venezuela en el World Speech Day en el Senado en México. Aquí les dejo el discurso completo. Inicié el discurso con las luces de todo el auditorio apagadas.
“No se asusten, así estuvieron los venezolanos por más de 4 días, a la fecha muchas zonas del país permanecen sin luz. Con esta luz con la que ilumino mi discurso, un médico en Venezuela operaba a una mujer que acababa de tener una cesárea. Con esta luz con la que ilumino mi discurso mi abuela operada de una pierna bajaba 13 pisos de su edificio. Con esta luz con la que ilumino mi discurso, trabajadores del metro de caracas permanecieron atrapados bajo tierra. En pocas horas esa luz se apaga. Los llamados “apagones” en Venezuela son usuales y se registran apagones y racionamientos de luz desde 2016.
La realidad sobre lo que pasa en Venezuela es más grave de lo que podemos contar, escribir y decir. Y, permanece bajo secreto ante la opacidad institucional, la falta de transparencia y claridad de un régimen autoritario y dictatorial, lo que hace que desde hace años no podamos confiar en la información oficial. Soy venezolana viviendo en México y quisiera contarles de la forma más humana posible lo qué pasa en mi país desde hace 1 semana. Me hubiera encantado contarles lo que pasa en mi país desde que un Estado autoritario entró en el poder desde 1999 cuando yo tenía 9 años y a la fecha con mis 29 años de edad no se ha ido. Pero 10 minutos no sería suficientes.
Venezuela se encuentra en un estado de colapso institucional, de infraestructura, de ausencia del Estado de derecho, de recurrentes y generalizadas violaciones a los derechos humanos. Llevamos años en una crisis humanitaria compleja. Donde el 6 de cada 10 niños del país presenta algún grado de desnutrición. Donde como consecuencia del colapso del sistema de salud de Venezuela, la gente busca medicinas básicas en Brasil y Colombia.
Desde el pasado jueves el sistema eléctrico colapsó, si colapsó, todo el país sin luz. Imagínense un México sin luz. Imagínense la luz apagada de cada venezolano en el extranjero.
No tener luz tiene unas consecuencias catastróficas imposibles de medir a la fecha para los y las venezolanas en el país. Así como consecuencias emocionales desgarradoras para los y las que nos encontramos en el extranjero. Los cuales nos encontramos de manos atadas. Porque, lo que pretendíamos solucionar al migrar, que era poder enviar remesas a Venezuela, con un país sin luz no hay forma de hacerlo. En un país donde cada noche nos hemos acostumbrado a despedirnos con “llegue a casa”, “todo bien” debido a la inseguridad que nos acompaña por años, no tener noticias de nuestros familiares en Venezuela nos genera terror pánico y zozobra.
No tener luz significa que no pude comunicar con mis padres, salvo momentos puntuales donde avisan que están “bien”. No está bien. Muchos venezolanos no tuvieron información absoluta sobre su familia, y su vida por más de 3 días.
No tener luz significa que tu comida en la nevera se descompone cada vez que pasan las horas. Fueron populares las cadenas sobre como conservar tus alimentos si no tienes como refrigerarlos, cual edad media.
No tener luz significa que las velas que tenías en tu casa ya empiezan a escasear. No hay telefonías ni redes para informar.
No tener luz significa que no tienes agua. Ni para tomar, ni para bañarte.
No tener luz significa que los hospitales no tienen luz, no hay equipos de atención médica para emergencias, y que las clínicas privadas funcionan al mínimo. Que los medicamentos para diabéticos que deben permanecer refrigerados se dañen.
No tener luz significa no poder comprar alimentos, porque la banca se paraliza, no hay forma de pagar con tarjeta, porque no hay terminal que valga. Porque bajo el nivel de inflación que se vive en Venezuela el cual se calculaba en 1.37 millones por ciento para 2018 imagínense para el 2019, el efectivo no alcanza ni para comprar un café. De hecho, veíamos como luego de saquear un banco el efectivo permanecía en el piso porque no tienen ningún valor. Eso significa que mucha gente no tiene literalmente cómo comprar comida, cómo comprar agua, ni tampoco cómo comprar medicinas si tiene algún familiar enfermo (si es que las consigues ante el nivel de desabastecimiento que existe).
En Venezuela durante los últimos días para comprar comida no perecedera, medicamentos o bolsas de hielo en estos momentos necesitas dólares en efectivo, si un país donde hay un control cambiario desde hace más de 10 años. En Venezuela una bolsa de hielo puede costar 5$, es decir, 100 pesos. Con un salario mínimo que no llega ni a los 5$ mensuales.
Las noticias de los saqueos a supermercados comenzaron a llegar desde el sábado 9. En Venezuela, la banda tiene hambre. En Venezuela, la banda tiene necesidades (y no ignoro las necesidades de México, ni la pobreza qué hay en este hermoso país) solo intento que se imaginen lo que significa estar en Venezuela en estos momentos.
En los hospitales públicos, los niños y las niñas gritan por las ventanas que tienen hambre. Porque funcionarios del Estado no deja entrar donativos, agua, ni comida. Si, niños y niñas en hospitales públicos en cuidados intensivos, en su mayoría cuidados por sus madres, mujeres que reciben el peso más duro de la crisis humanitaria, que no pueden salir a comprar medicamentos ni comida.
Vi el video de una señora que cargaba a su hija muerta en sus brazos porque no pudo ser revivida por falta de luz en un hospital, al llegar a la morgue le dicen que ya no hay espacio para más cadáveres. Un país a oscuras. Nadie se merece esto, mucho menos niños y niñas y personas de tercera edad.
En Venezuela se tienen registrados más de 30 muertes por falta de luz en 2 Estados del país. En Venezuela, los pacientes que requieren diálisis pudieron realizarla luego de 3 días. Pacientes que necesitan quimioterapia no han podido realizársela y están al borde de la muerte. Personas que ante la ausencia de luz no tienen como seguir respirando si necesitan bombonas de oxígeno. Bebés recién nacidos al borde de la muerte por falta completa de servicios médicos. Ya se reportan unos 19 neonatos fallecidos. Las mujeres, algunas de ellas amigas mías, con más de 32 semanas de embarazo mueren de pánico en sus casas, porque, ¿cómo van a parir sin luz?
En Venezuela las personas se bañan en los ríos, en las aguas sucias, porque no han tenido agua desde hace 4 días. Este servicio no se encuentra restablecido por completo. Las personas de bajos recursos recogen agua de un río donde desencadenan cloacas, y agua no potable. Pero al menos de esta forma podrían bañarse. Ni hablemos del acceso a agua potable. Ya ruedan cadenas en búsqueda de agua de coco, ya que el preciado líquido e indispensable para vivir, que es el agua potable, es escaso en mi país.
No paro de leer historias dramáticas. No paro de dejar pensar en mi país, en mi familia, en mis conciudadanos. Estoy en México, pero mi corazón y mi mente está en Venezuela. Lo qué pasa en Venezuela es producto de un régimen dictatorial, autoritario, e inhumano que ha decidido quedarse aferrado al poder. Un régimen que es capaz de desaparecer a un periodista en medio de una visita oficial de la Alta Comisionada de la ONU. Un Gobierno que lleva registrado desde 2017 mas de 7 mil detenciones arbitrarias. Un régimen que le tiene sin cuidado el derecho a la vida de los venezolanos.
Esto no se trata de derecha o de izquierda, se trata de vida humanas perdidas a costa de un régimen autoritario, dejemos de politizar la situación en Venezuela. Lo que pasa es grave y las dimensiones de esta crisis no tienen precedente en la historia de Venezuela.
Los últimos días fueron decretados como no laborables y se cancelaron las clases. Un régimen que paraliza un país completo, que no brinda ayuda de ningún tipo ante la crisis, más bien que entorpece la entrada de la ayuda humanitaria, que no busca soluciones sino culpables, es sólo producto de un régimen dictatorial indolente, incompetente, entre otras. Sino un régimen, que actúa para mejorar el control social, un régimen que pretende generar la “desesperanza aprehendida”.
No hay palabras que expliquen el sufrimiento de las y los venezolanos tanto dentro de Venezuela como fuera de ella. Ya somos más de 3 millones de venezolanos en el extranjero, más del 10% de la población. No hay cifra para cuantificar el dolor, la angustia, las pérdidas humanas que parecieran no disminuir. Cómo dicen aquí en México ni perdón ni olvido a los culpables.
Ahora bien, ¿Quieres ayudar?
Si conoces a un o una venezolana exprésale tu solidaridad. Créeme que lo apreciamos mucho. Necesitamos sentir que no estamos solos.
Ayúdame a denunciar lo qué pasa ante tu representante, pídele que se pronuncie sobre lo que pasa en Venezuela. La comunidad internacional no puede permanecer ciega y sorda con lo qué pasa en Venezuela. No queremos otra tragedia humanitaria extendida por toda Latinoamérica.
Dona a organizaciones locales que hacen el trabajo que el gobierno no ha realizado, aun con el riesgo que significa realizar esta actividad.
En Venezuela no sabemos lo que pasará mañana, en estos momentos el esfuerzo está en salvar vidas.
En estos días leí esta frase: “Nunca sabes que tan fuerte eres, hasta que ser fuerte es tu única opción”. Los venezolanos llevamos años siendo fuertes, solo que no sabemos hasta cuando tendremos que serlo. “