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“ANTES DE QUE MI ESPOSA SE AHOGARA FUIMOS ATACADOS POR DELINCUENTES EN DARIÉN”

“Me ahogo por favor ayúdame, la corriente me lleva, no me dejes morir”. Fueron las palabras que alcanzó a decir Mariné Castellanos, segundos antes de que la corriente de uno de los ríos que atraviesa la Selva de Darien la arrastrara. Su esposo, Andrés Lucena, intentó sacarla varias veces, la sostuvo entre su cuerpo y una piedra, pero la fuerza del agua se la llevó.  

Esos gritos desesperados de auxilio retumban en la mente de Andrés, no lo dejan dormir, quedaron grabados en su memoria. Su hijo de 6 años también fue sacudido por la fuerza del agua esa mañana del 9 de febrero, pero pudo sacarlo. Mientras su pequeño todas las noches le pregunta por su mamá y Andrés le responde que desde el cielo lo protege; estudia la posibilidad de emigrar de nuevo, pero sin poner en riesgo su vida y la de su pequeño.  

Andrés contó para Es pa´lante por qué decidió arriesgarse a cruzar la selva de Darién en búsqueda de un futuro mejor para su familia. Hace más de 6 años, él y su esposa se fueron de su natal Maracaibo en búsqueda de una mejor calidad de vida, debido a que su negocio había quebrado por la crisis económica. Él es técnico en refrigeración y tenía la certeza de que en Colombia podía hacer buen dinero. Pero en ese país no pudo salir adelante. Se mudó a Perú y posteriormente a Ecuador. En este último destino logró instalar un taller de reparación de artefactos eléctricos y equipos de refrigeración, pero la pandemia arruinó el negocio. Apenas reunía lo básico para pagar la renta y la comida de su esposa y su pequeño. Él pasaba hasta 10 y 12 horas trabajando sin descanso en el taller, mientras Mariné cuidaba al niño.  

En un acto de desesperación, Andrés decidió venderle la parte del local que le corresponde al socio para migrar nuevamente en búsqueda de estabilidad. Esta vez el destino era Estados Unidos. El 26 de enero partió vía terrestre hacia el país norteamericano.  

La travesía para llegar a su destino incluía atravesar la temida Selva de Darién, una intrincada zona boscosa tropical que se ubica entre Colombia y Venezuela. Su recorrido abarca cerca de 55 kilómetros. Es usada como ruta por cientos de migrantes, entre centroamericanos y suramericanos que solo persiguen calidad de vida.  

Números en ascenso

De acuerdo con cifras de la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios, durante el año 2021, un total de 130 mil personas cruzaron el Tapón de Darién con la intención de ir a Estados Unidos. La mayoría de los migrantes eran de nacionalidad haitiana y cubana.  

En enero de este año, según el reporte, un total de 4,700 personas cruzaron la selva entre Colombia y Panamá. De esa cifra, 2,000 eran de nacionalidad venezolana. En ese mes los venezolanos superaron a los haitianos como el principal grupo que transita por la zona. 

 “Había escuchado noticias terribles de la selva, pero había investigado que cientos de personas pagaban a coyotes y lograban cruzar sin mayores inconvenientes. Con la venta del local junté unos 1.600 dólares, compré algo de comida y junto a mi esposa preparamos unas mochilas con lo indispensable para emprender el trayecto”, cuenta. 

En autobús, relata Andrés, se embarcó con su esposa y su pequeño al embarcadero Necoclí (Colombia). La familia contrató a un coyote. Pagó un poco más de 1,000 dólares para asegurar el pase hasta Panamá. “Nos montamos en una lancha hasta llegar a la tupida selva. Pasamos por caminos fangosos, de mucha vegetación. Hacíamos paradas, pero era un viaje muy forzado para un pequeño. En varios puntos lo llevaba sobre mis hombros, pero había momentos que no aguantaba, que perdía fuerza y energía. Mi esposa fue una guerrera y seguía adelante, sin quejarse”. 

Llevaban cerca de dos días de intensas caminatas. Atravesaron ríos que bordean el bosque. En el camino, un grupo armado, integrado por 12 hombres con armas de alta potencia interceptaron a Andrés, a su esposa e hijo. Los apuntaron y les dijeron que si querían salir con vida de allí debían entregarles los dólares que llevaban. “Nos arrinconaron y nos dijeron:- danos todo lo que llevas porque sabemos que tienen dólares”, explica Andrés. 

Adrián y su esposa entregaron los 600 dólares que les quedaban porque los 1.000 dólares restantes los habían invertido en el guía. Los delincuentes los sometieron por más de una hora y les advirtieron que si avisaban a las autoridades, los matarían. “Hay que hacer lo que ellos dicen sin titubear. A mi hijo trataba de consolarlo, diciéndole que esta pesadilla pasaría pronto y que íbamos a llegar a un país donde iba a estar seguro”.  

Junto a Adrián y a su esposa, iban otros 22 migrantes de distintas nacionalidades que fueron sometidos y hasta golpeados. Tras el robo, el grupo continuó su ruta. La mayoría tenía miedo, pero más fuerte era el deseo de llegar al norte. Aún debían cruzar varios ríos que integran el tapón de Darién. “Ya habíamos cruzado algunos y nos topamos con el que pensábamos era el de menor riesgo. El agua apenas nos llegaba a los tobillos. Lo subestimamos”. 

Cuando la familia estaba cruzando el río, una corriente los derribó. Andrés pudo sacar a su pequeño, pero a pesar de los esfuerzos no pudo salvar a Mariné. Su cuerpo se sumergió y fue arrastrado aguas abajo. El niño lloraba al ver cómo el agua se llevaba a su madre. El grupo de migrantes y el guía activaron una búsqueda que duró cerca de 24 horas para rescatarla. “Caminamos por las orillas para encontrar el cuerpo. A las 3:00 pm del 10 de febrero pudimos ubicarlo, 25 horas después de que el río se la llevara”. 

Tras el hallazgo Andrés pensaba comunicarse con las autoridades para notificar el hecho, pero los guías se lo prohibieron. Le dijeron: “No te atrevas a avisar a los funcionarios porque nos cierran la ruta. Enterré el cuerpo en la arena e hice una pequeña tumba de hojas de plátano en la selva”. Como pudo Andrés tomó una lancha y navegó 6 horas hasta el puesto del Servicio Nacional de Fronteras en Panamá. Allí le avisó a los funcionarios lo ocurrido con su esposa.  

Se activó un operativo para ubicar el lugar donde Andrés enterró el cuerpo de Mariné. Fue trasladado a la morgue de la población Las Palmas, en Panamá. “La Fiscalía me está pagando una habitación en un hotel de esa región, mientras recaudo fondos para cremar el cuerpo de mi esposa. Han sido días duros. No tengo consuelo. No tengo a dónde ir, perdí a mi esposa, no tengo dinero. No sé cómo comenzar de nuevo. Lo único que tengo claro es que a los países donde emigré anteriormente, no voy a volver. Quiero continuar mi camino a Estados Unidos”. 

Los familiares de Mariné y de Andrés abrieron una cuenta Gofundme destinada a recoger fondos para cubrir los gastos de cremación de la joven. 

Artículo original publicado en: ¡Es Pa’lante!

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